EVALUACION
RACIONAL DE LOS ARGUMENTOS FAVORABLES AL MATRIMONIO HOMOSEXUAL
Por
Sergio Ciotti
Cada vez que
escuchamos a una persona hablar a favor de la legalización de las bodas
homosexuales, sean estos políticos, activistas gay o cualquier particular, se
esgrimen argumentos básicamente relacionados con la igualdad de derechos y la no
discriminación. Por ejemplo, la Federación Argentina de Lesbianas, Gays,
Bisexuales y Transexuales está haciendo su campaña bajo el lema “los mismos
derechos, con los mismos nombres”. El presidente del Instituto Nacional Contra
la Discriminación, Claudio Morgado, ha expresado que la no legalización del
matrimonio homosexual resultaría ser un hecho discriminatorio, ya que viola
algunos derechos civiles.
Prácticamente se ha
abandonado la discusión sobre los aspectos psicológicos de la homosexualidad. Es
decir, ya no se debate sobre si la misma es una sexualidad completamente
equiparable a la heterosexualidad. Menos aún se lo hace sobre si los menores
adoptados por parejas de igual sexo tienen las mismas posibilidades de
desarrollo y crecimiento que sus contrapartes criados por parejas de distinto
sexo. En otras palabras, el debate se ha centrado en el Derecho Civil, en la
igualdad de oportunidades y en las libertades
individuales.
Cuando por unos
instantes nos detenemos a analizar y racionalizar los enunciados esgrimidos a
favor de la legalización de las bodas gay, no podemos evitar caer en algunos
cuestionamientos sobre su veracidad, que ponen en jaque la lógica y la
racionalidad.
Lo importante a tener
en cuenta es que cuando entramos en la evaluación de estos argumentos, no
estamos haciendo un juicio de valor sobre la homosexualidad ni tampoco sobre las
personas homosexuales. Sólo estamos examinando argumentos, por lo cual no tiene
validez aquí aplicar el término “homofobia” o “rechazo a los homosexuales”.
Tomar partido en un sentido u otro sobre el matrimonio homosexual es hacerlo
sobre una idea, sobre un hecho o situación, pero no sobre las personas de una
orientación sexual determinada.
De este modo no
resulta contradictorio que una persona pueda amar y respetar a los homosexuales
como a cualquier otra persona, pero que no esté de acuerdo con la legalización
de las bodas gay. Una cosa no quita a la otra. Podemos amar y hasta incluso
respetar el estilo de vida de un individuo que fuma Cannabis, pero no estar de
acuerdo con la legalización del consumo de marihuana no significa tener odio a
estas personas. Una cosa es rechazar un hecho, una conducta, un hábito
y otra cosa muy distinta es rechazar a un ser
humano.
Cuando analizamos el
argumento de “igualdad de derechos para todos” debe de antemano existir una
situación de desigualdad, de lo contrario esto sería falso. La supuesta
desigualdad planteada aquí es la imposibilidad de contraer matrimonio con quien
uno ama. Si tomamos a esta premisa como verdadera, se deduce que el amor es el
requisito fundamental para contraer matrimonio. Entonces la simple lógica nos
indica que el matrimonio debe extenderse a todas las uniones donde esté presente
el amor.
Por ejemplo, es
bastante común encontrar primos enamorados, un adolescente menor de edad
enamorado de una mujer mayor, grupos de más de dos personas (polígamos), un
hombre que ama a una mujer que ya está casada, etc.
El amor también está
presente en aquellas parejas que no son sexuales. Todos conocemos algún caso de
dos ancianos conviviendo juntos, dos amigos que por las vueltas de la vida,
terminan en soledad y deciden convivir juntos para ser un poco más felices,
conocemos familias de tío y sobrino, de abuela y nieto y así muchas otras que
tienen como común denominador el amor y la responsabilidad en la convivencia.
Numéricamente, todas estas situaciones son muchísimo más usuales que las parejas
de homosexuales.
Por tanto, si tomamos
como verdadero el argumento de “tengo derecho a casarme con quién yo amo, con
quién yo elijo compartir mi vida”, deberíamos extender la institución del
matrimonio para todas y absolutamente todas las relaciones de convivencia donde
exista el componente del amor. De lo contrario, si sólo lo hacemos con alguna de
estas realidades, estaríamos haciendo uso de la discriminación injusta, ya que
consideraríamos que una forma de amar es mejor frente a
otras.
A su vez, si el
matrimonio fuese una institución legal que debe adaptarse a la orientación
sexual de cada individuo, deberían tenerse en cuenta todas las orientaciones
sexuales existentes, sin importar cuán buenas o malas son éstas. Por ejemplo,
asumiendo como correcto este argumento, la prohibición de que un bisexual pueda
casarse con una persona de igual y con otra de distinto sexo al mismo tiempo, es
discriminatorio, ya que no se está respetando la orientación del bisexual y no
tiene derecho a desarrollar su sexualidad en marco de una figura legal que le
permita su plena expresión.
Frecuentemente
escuchamos expresiones del tipo: “tengo amigos homosexuales y son muy buenas
personas”, “las parejas de homosexuales son una realidad”. Sí, esto es cierto,
nadie lo niega, pero estas expresiones apuntan a que reflexionemos sobre juicios
valorativos de la homosexualidad y de las personas con esta inclinación sexual.
Nada tienen que ver con la legalización de las bodas gay.
Es así que el sentido común y
la simple lógica nos permite teorizar que ni el amor ni la orientación sexual
son fundamento del matrimonio. Tampoco esta institución está
dirigida hacia buenas o malas personas o a individuos con una orientación sexual
dada, como tampoco a formas de apareamiento que “son una realidad”, sino que lo
está a dos personas de distinto sexo y nada más.
Formas de amar hay
muchas, pueden o no ser aceptadas en un contexto social dado, pero no son
elemento necesario para contraer matrimonio.
El hecho de que sean
una realidad, de que existan parejas de homosexuales no significa que sean miles
y miles como a veces se escucha. Por citar algunos ejemplos, En Estados Unidos
las parejas homosexuales constituyen, aproximadamente, el 0,2 por ciento del
número de matrimonios. En Suecia, entre los años 1993 y 2001 la tasa de
incidencia fue del 0,67 por ciento. En Noruega, entre los años 1993 y 2001 se
registró una tasa de incidencia del 0,54 por ciento. En España, según el censo
del Instituto Nacional de Estadística, representan el 0,11 por ciento de todas
las uniones (1).
Si tomamos como cierto
el argumento de que los países más civilizados tienen aprobado el matrimonio
entre dos personas del mismo sexo, entonces estamos obligados a considerar que
el 97 porciento del planeta Tierra es arcaico, retrógrado, y homofóbico, ya que
solo muy pocos países y Estados han sancionado esta ley. Por el contrario ni
Estados Unidos, ni Francia, ni Suiza, ni Italia por citar tan sólo unos
ejemplos, tienen legalizado el matrimonio entre
homosexuales.
Otro argumento
utilizado a menudo es que a los homosexuales les “faltan derechos”, como por
ejemplo el de contraer matrimonio. Sin embargo, hasta el día de la fecha, los
únicos derechos que carecen son el de donar sangre y el de formar parte de las
Fuerzas Armadas. Luego, ya gozan de los demás derechos: educación, salud,
trabajo, acceso a puestos políticos y cargos públicos, por citar algunos
ejemplos. Incluso pueden contraer matrimonio en las mismas condiciones que un
heterosexual puede hacerlo.
Cabe aquí una
aclaración obvia: la prohibición de que dos personas de igual sexo puedan
contraer matrimonio rige tanto para los homosexuales como para los
heterosexuales. Supongamos que dos amigos viudos heterosexuales de igual sexo
desean convivir juntos y compartir sus bienes, sus obras sociales y sus
jubilaciones de modo recíproco. Para ello, necesitan contraer matrimonio.
Evidentemente no podrán hacerlo, simplemente porque son dos personas de igual
sexo. De aquí se deduce que el matrimonio no está dirigido a homosexuales o a
heterosexuales, sino a dos personas de distinto sexo.
En un debate
televisivo un jurista especialista en el tema argumentó que una de las
diferencias principales entre una pareja de heterosexuales y otra de
homosexuales es que la primera tiene la posibilidad de engendrar hijos, mientras
que la segunda no. A esto un activista gay contestó “entonces habría que
prohibir que una pareja de heterosexuales estériles contraigan matrimonio”. Sin
embargo, este argumento vuelve a ser falso y hasta incluso vergonzante. Primero
porque una pareja de heterosexuales estéril puede por medio de la adopción
brindar completamente la figura de padre y madre funcional, lo cual una pareja
de homosexuales jamás podrá cumplir. En segundo lugar dos gays podrán ser dos
excelentes padres, pero nunca una buena madre. Tercero es lamentable que tengan
que recurrir a compararse con una pareja de heterosexuales estériles, siendo la
esterilidad un hecho patológico y tan doloroso para quien lo
sufre.
Otras veces he
escuchado que prohibir el matrimonio entre homosexuales es equiparable a hacerlo
entre dos personas de distinta raza (matrimonio interracial). Pero nada tiene
que ver una cosa con la otra. Evidentemente es discriminar injustamente no
permitir que dos personas de distinto sexo contraigan matrimonio por ser de
distinta nacionalidad o color de piel, ya que éstas son condiciones que
pertenecen a la naturaleza intrínseca de la persona, son condiciones innatas,
inmutables, no adquiridas. Del mismo modo sería injusto no permitir que un
hombre de baja estatura pueda casarse con una mujer alta. Pero nótese que estos
ejemplos siempre involucran a un hombre y a una mujer con condiciones innatas e
inmodificables. El matrimonio entre dos personas de igual sexo no tiene nada que
ver con esto. Por un lado porque cuando expresamos “matrimonio interracial” sin
aclararlo, estamos haciendo referencia al contraído por un hombre y una mujer de
distinta nacionalidad y, por otro lado, porque la homosexualidad no es una
condición ni innata ni inmutable. Y esto es porque el gen gay no existe, ni
tampoco la ciencia ha logrado aislarlo como en el caso del color de piel o de la
estatura, ni tampoco es una condición inmodificable, ya que es
adquirida.
Tampoco la orientación
sexual puede ser un derecho humano. Por un lado porque la “orientación sexual”
es un término no bien definido y que está causando problemas tanto en el derecho
como en la práctica médica, y por otro lado porque si éste fuese un derecho
humano, todas las orientaciones sexuales (sean estas buenas o malas) deberían
serlo. Objetivamente, si la orientación sexual queda definida en base al objeto
hacia el cual un individuo se siente atraído sexualmente, las parafilias también
serían orientaciones sexuales.
Bajo el argumento del
amor y la no discriminación, se están camuflando otras realidades no tan buenas
y beneficiosas para la sociedad. Para esquematizar esto, nótese que en Estados
Unidos existe desde hace más de diez años una organización llamada N.A.M.B.L.A
(2), (North American Men and Boy Love Asocciation) en castellano Asociación
Norteamericana del Amor entre Niños y Hombres, la cual reclama el reconocimiento
legal de sus uniones y la no discriminación por diferencia de edad. Cualquiera
puede comprobar fácilmente que durante una década ha formado parte de las
plataformas de la I.L.G.A (International Lesbian and Gay Association), en
español Asociación Internacional de Gays y Lesbianas y que por ello fue, en la
década del noventa, expulsada como miembro consultivo de la O.N.U (Organización
de las Naciones Unidas).
Otro argumento que
utilizan los activistas homosexuales con el tema de la adopción de menores es
que los homosexuales se desarrollan a partir de familias de
heterosexuales.
Nadie niega esta
afirmación, aunque de modo parcial, ya que no es que sólo se necesitan un padre
y una madre como figuras estáticas, sino que es preciso que los mismos
sean funcionales, que
cada uno ejerza su rol de padre y madre. La homosexualidad suele desarrollarse
justamente cuando la pareja de heterosexuales no logra brindar a su hijo una
figura de hombre y mujer para el correcto desarrollo de su personalidad
Entonces, para que la afirmación sea verdadera, la frase debería ser “Los
homosexuales se desarrollan a partir de una pareja de padres heterosexuales
disfuncionales que no ejercen su rol de
padre y madre”.
Actualmente se
entiende que la homosexualidad está condicionada por factores del entorno y que
no está determinada genéticamente (3). Coincidiendo con este postulado, varios
estudios indican que los niños criados por parejas de homosexuales son de
4 a 10
veces más proclives a desarrollarse como homosexuales(4), por lo cual,
nuevamente, confirmamos que el entorno es un factor de elevada importancia en el
desarrollo psicosexual.
En ocasiones se
difunde que según algunos estudios, los niños criados por parejas de
homosexuales no presentan diferencias significativas con respecto a sus
contrapartes criados por heterosexuales. Pero nótese que incluso la frase “no
presentan diferencias significativas” nos está indicando que existe algo diferente, aunque
aparentemente “poco significativo” ¿Pero qué es “poco significativo”? Lo que
para algunos puede ser trivial, para otros puede ser contundente y
significativo. Esto, nuevamente parece ser una valoración subjetiva y por tanto
cuestionable. Estamos frente a una
frase engañosa.
Sin embargo,
objetivamente, se sabe que estos estudios carecen de rigor científico porque no
son longitudinales (no estudian al sujeto a lo largo del tiempo. Lo hacen con
niños, los cuales por su edad no tienen definida su personalidad), son poco
representativos (toman muestras muy pequeñas) y no aleatorios (las muestras son
tomadas de modo selectivo, por ejemplo se estudian niños criados por los propios
activistas homosexuales)
La expresión “los
niños sólo necesitan amor” es otro caballito de batalla de quienes defienden la
adopción de menores por parte de homosexuales. Nuevamente, estamos ante otra
frase incompleta. Lo correcto sería decir que “los niños sólo necesitan amor
diferenciado de padre y
madre”, ya que si tomamos como verdadera la primera expresión, estaríamos
poniendo al mismo nivel al ser humano y a los animales inferiores, los cuales no
necesitan amor diferenciado para su crecimiento.
“También existen niños
que son adoptados por una sola persona y no tienen papá y mamá”, con estas
palabras un periodista a favor de la adopción de menores por homosexuales
intentaba justificar su postura. Sin embargo, otra vez caemos en una mentira, ya
que ésta es una situación completamente diferente a la de niños adoptados por
parejas del mismo sexo. Una simple obviedad nos permite hacer una gran
distinción: en la adopción monoparental sólo hay una figura, paterna o materna
que se adecúa a la realidad natural de ese rol como en las parejas de
heterosexuales. En cambio en la homoparentalidad indefectiblemente coexisten dos
figuras maternas o dos maternas, las cuales obligatoriamente avasallan dicho rol
natural. Pero por otro lado, y aquí está la gran diferencia, los niños adoptados
por una sola persona no tendrán ni distorsionados el concepto de matrimonio ni
tampoco alterado el significado biológico de un hombre como padre y una mujer
como madre. En cambio, en el caso de los niños adoptados por homosexuales,
obligatoriamente se les distorsiona el
concepto de matrimonio, la polaridad sexual y el rol natural que representan los
cónyuges de distinto sexo.
La noción de que los
homosexuales son una minoría es a veces cuestionable. Los homosexuales no
cumplen con los tres criterios que caracterizan a los grupos minoritarios a
quienes se les han otorgado protección legal especial. Estos criterios
son:
- Privación
económica:
Como grupo, los
homosexuales son uno de los mejor posicionados económicamente. Distintos
estudios muestran que obtienen ingresos iguales o mayores que el resto de la
sociedad.
- Debilidad
política:
Conocemos decenas de
homosexuales que ocupan cargos políticos de elevado nivel.
- Características
inmodificables:
Los grupos
minoritarios comparten características inmutables, no conductuales, como lo son
la raza, la discapacidad u el origen nativo. Los homosexuales son el primer
grupo en reclamar el status de minoría debido a su comportamiento. No existe
ningún estudio científico que demuestre que la homosexualidad es un fenómeno
biológico. Más que una minoría, los homosexuales estarían mejor ubicados dentro
de un grupo de interés especial, por lo cual no es justo que se les otorgue
derechos específicos como a las minorías reales.
Tampoco es equiparable
la situación de discriminación y estigmatización que sufren los homosexuales
como la que han sufrido otros grupos sociales. Para ser más claros, citemos al
ejemplo de los individuos de piel negra de los EE. UU, que sí cumplen con los
tres criterios enunciados anteriormente y que no podían siquiera trabajar
dignamente y ganar un salario digno. Eran esclavos de los blancos. Mucho menos
tenían derecho a votar y a participar activamente en la
sociedad.
Cabe aclarar que
simplemente, hay discriminaciones justas e injustas. Un niño de seis años, no se
puede casar, no puede conducir un automóvil ni ser admitido en la Universidad.
Un inglés no puede votar en las elecciones argentinas, a menos que esté
nacionalizado. Un epiléptico no puede graduarse como piloto aeronáutico, y una
persona corta de vista difícilmente sería aceptada en un curso de francotirador.
Un analfabeto difícilmente pueda ser contratado como “corrector” de un diario. Y
nada de ello constituye una discriminación injusta: son discriminaciones justas,
pues justicia no es “dar a todos por
igual”, sino “dar a cada uno lo suyo”. De lo que se deduce, que
no es lo mismo trato igualitario que trato justo. Por eso, el hecho de que un
homosexual no deba ser discriminado, no radica en su condición de homosexual,
sino en su condición de persona.
La vieja balanza de la
justicia, se desequilibra cada vez que se pretende “agregar” a los derechos
inherentes a la naturaleza humana, “derechos” inventados, meramente positivos y
sin fundamento en la realidad.
Finalmente, existe una
profunda división tripartita en la comunidad gay. La primera es la de aquellas
personas que sienten atracciones hacia personas del mismos sexo pero rechazan
esa orientación y sufren por ello (homosexualidad egodistònica). En segundo
lugar, existe otro grupo que han decidido vivir un estilo de vida homosexual y
lo hacen sin considerar que ello les confiere privilegios (Sra. Rito,
cofundadora de la C.H.A y Carlos Perciavale).
En último lugar
tenemos el tercer y último grupo ínfimo de homosexuales. Éste es el activismo
gay y es el que hace de su elección sexual una bandería
política.
Nótese la palabra
ínfimo. Esto es así ya que siendo de antemano un grupo social que ronda como
media el 2% de la población mundial (5), sólo una pequeña parte de este 2%
pertenece al tercer grupo de homosexuales descriptos
anteriormente.
Cuándo los políticos
en su discurso admiten que la legalización de las uniones homosexuales tiene
como fin la inclusión de este grupo social en democracia, estarán entonces
refiriéndose a esta tercer subdivisión, ya que aquellos homosexuales que sufren
por su condición de homosexual se sienten fuertemente damnificados e incluso
discriminados por estos hechos.
De ahora en más
entonces el político que se refiere a favor de la legalización de las uniones
homosexuales debería reformular su discurso, ya que no está hablando en
representación de todos los homosexuales, sino de la tercera subdivisión que
acabamos de mencionar.
No hace falta ser muy
avezado para darse cuenta de esta realidad. Examínese por un momento cuáles son
los gestores principales del reclamo por el matrimonio homosexual y veremos que
siempre son los mismos. Siempre son los presidentes o secretarios de
asociaciones en pos de los derechos civiles de la comunidad LGBT u otros
vinculados con estas asociaciones.
Conclusión
No permitir el
matrimonio entre dos personas de igual sexo no resulta ser homofóbico, ni
discriminatorio, ni retrógrado ni implica violar derechos humanos. Los
argumentos esgrimidos a favor tienen una base completamente subjetiva y poco
racional. Para ello se utilizan frases y palabras sensibilizantes y confusas que
engañan al político y al público común. Se contradicen con la lógica y el
sentido común.
____________
Referencias:
[1]
Comparecencia de expertos en el Senado español en relación a la adopción de
menores por parejas de homosexuales. Dr. Aquilino Polaino Lorente. Catedrático
de psicopatología. Universidad Complutense de Madrid. 20 de junio de 2005,
Comisión de justicia
[2] NAMBLA Replies to ILGA Secretariat (Revised) 28 Jan 1994
[3] Pro-Homosexual
Researchers Conceal Findings: Children Raised by Openly Homosexual Parents More
Likely to Engage in Homosexuality By Trayce Hansen, Ph.D.
[4] Legalizing Same-Sex
Marriage Will Increase Prevalence of Homosexuality:Research Provides Significant
Evidence By Trayce Hansen, Ph.D.
[5] Véanse varios
estudios: 1- Paul Cameron y Kirk Cameron, 2-Debate points: Homosexuality in
world History, 3- Colorado for Family Values, Colorado Springs, Vol. 27, 1995.
4- King et al. 1988. 5- Melbye, 1992. Sundet et al,
1988.