Diario de la República de San Luis, editorial del 5/04/2009 (Domingo de Ramos)

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Ignorancia fatal

Al pan pan y al vino vino, dice el refrán, en el cual está elidido un verbo de decir, o sea, llamemos al pan pan y al vino, vino. Cualquier exégeta de las escrituras estaría de acuerdo con esta prescripción. Dice la Biblia que Dios le dijo a Adán “le pondrás un nombre a cada cosa”.

Expondremos estas peculiares visiones del lenguaje con el objeto de refutar al papa Benedicto XVI dentro de su propia lógica.

Es que el dueño de la verdad divina en el catolicismo es él. Lo que dice el Papa es doctrina o jurisprudencia dentro de la Iglesia Católica Romana.

Y es que el obispo de Roma dijo ni más ni menos que el uso de profilácticos para combatir la epidemia del virus del VIH no sólo no sirve sino que pone más en riesgo de contraer la enfermedad. Dijo también que la forma de combatirla es con parejas monogámicas rígidas como mandan las escrituras.

Hay que reconocer que Benedicto XVI (el que dice bien) formalmente tiene razón y su lógica es irreprochable. Si todos se limitaran a tener relaciones sexuales exclusivamente con su pareja súper estable (“no separe el hombre lo que Dios ha unido”) las enfermedades de la pagana Venus habrían prácticamente desaparecido.

O sea, el Papa tiene razón, una razón sin verdad porque parte de premisas falsas que confunden la naturaleza de la sexualidad humana. En el diccionario papal, sexo está mal definido.

Expongamos directamente la tesis: el Papa tendría razón si la naturaleza sexual, de los hombres y mujeres fuese otra. Si fuese como a la Iglesia le gustaría que fuese. Pero la realidad, en lo que respecta a la conducta sexual de los humanos, difiere mucho de lo que prescriben los textos judeocristianos. Los humanos en general, practican mucho más sexo que el necesario para la reproducción. En las ciencias del alma, como la psiquiatría o la psicología, hay consenso en que el humano practica un sexo recreacional, que lo ayuda a liberar tensiones y mejora su salud psíquica. Y no sólo los humanos, por lo menos un primate superior, el chimpancé pigmeo y los delfines practican también el sexo como una actividad lúdica que baja los niveles de agresividad en esas sociedades de mamíferos.

Entonces los dichos de Benedicto son reales sólo dentro de las escrituras y la doctrina que la Iglesia Católica impone. Pero chocan fatalmente con la realidad. Y engendran el enorme peligro de propagar aún más el virus y las demás enfermedades venéreas, con lo que ello implica. He ahí su fatalidad. Si se lo quiere ver desde cierta perspectiva, la palabra de la Iglesia Católica promueve el genocidio, ya que promueve el contagio del virus en una amplia clase de seres humanos, los promiscuos y todo aquél que se le parezca, aunque sea muy poco. Un solo desliz basta.

Lo evidente, a veces, no se ve. Y es evidente que el Papa y toda la curia no tienen ni la más remota idea de las conductas sexuales de los humanos y su naturaleza. Es evidente que no saben nada de sexo. ¿Qué sabe una virgen de sexo? No deberían diseñar políticas en lo que se refiere a actividades que ellos no practican y desconocen.

Ignora Benedicto XVI que a casi nadie le resulta cómodo el preservativo. Si nunca se puso uno, ha de ignorarlo. Por eso ignora también que sus palabras son fatales, ya que no faltará quien se sienta más cerca de Dios eliminando el látex y sintiendo la carne. El Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, peca por ignorancia, ignorancia cara y fatal. Habría que enterar al Papa que los humanos no son ángeles y la mayoría va a pecar, va a fornicar, y sin el profiláctico se corre el riesgo de contraer graves enfermedades venéreas.