NOTIVIDA, Año IV, nº
195, 4 de enero de 2004
PENALIZARÍAN LA ENSEÑANZA DEL CATECISMO (II) Por Mónica del
Río En Notivida 193, 11/12/03, y bajo el mismo título
advertimos sobre la media sanción que la Cámara de Diputados de la Nación le dio
al proyecto que incluye en la Ley Antidiscriminatoria, la no discriminación por
“género,
identidad de género, o su expresión, orientación sexual”. Allí mismo
puntualizamos que el proyecto prevé la reforma del Código Penal,
incorporando penas por discriminación a los que cometan actos discriminatorios o
los “alienten o inciten”. Ejemplificando lo que podría pasar si el
Senado le diera sanción definitiva, informamos que el Arzobispo de Madrid y
presidente de la Conferencia Episcopal Española, Card. Antonio Rouco Varela ha sido denunciado penalmente por
“injurias” e "incitación a la discriminación por razón de orientación sexual" a
raíz de la homilía pronunciada en la Catedral de La Almudena el pasado 28 de
diciembre, día de la Sagrada Familia. La denuncia fue radicada ante el Juzgado de Guardia de
la capital aragonesa, por Carlos Alberto Biendicho, presidente de la Plataforma
Popular Gay. El PSOE rechazó las expresiones de Mons. Rouco, y distintas ONGs
que nuclean a homosexuales las tildaron de “intolerantes” y “homofóbicas”.
Más allá del resultado final de esta acción judicial,
queda claro que leyes como las que se intentan introducir en nuestro país, son
ocasión para el escarnio de una denuncia penal y tienen un notorio efecto
intimidatorio. Cuando la prédica del Evangelio es punible la fidelidad es
heroica. Aclararemos que España no tiene una Ley
antidiscriminatoria, pero que su Constitución garantiza la no discriminación por
cualquier condición o circunstancia personal o social (art. 14) y que el Código
Penal Español prevé penas para los que provocaren a la discriminación, al odio o
a la violencia por orientación sexual (art. 510) y penas por injurias (art. 208
al 210). Estas injurias se “reputarán hechas con publicidad cuando se propaguen
por medio de la imprenta, la radiodifusión o por cualquier otro medio de
eficacia semejante” (art. 211). Según Biendicho las “injurias” de Mons.
Rouco –que pronunció su homilía en presencia de la feligresía- pertenecen a esta
categoría. Para el denunciante, las palabras de Mons. Rouco son
"expresiones que llevan consigo una considerable carga de desprecio” e "intentar
interferir en la política de un Estado aconfesional". Transcribimos a continuación el texto completo de la
homilía cuestionada, destacando los párrafos mencionados especialmente en la
presentación judicial: FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIACatedral de La Almudena; 28.XII.03,
19,00h. Mis queridos hermanos y hermanas en el
Señor: LA SAGRADA FAMILIA: "UN MARAVILLOSO
EJEMPLO" La Iglesia, nos invita hoy, en el día de la Sagrada
Familia, a mirar a la Familia de Nazareth, la formada por Jesús, María y José,
como "maravilloso ejemplo" propuesto por Dios, Nuestro Padre, a los ojos de su
Pueblo. Así se desprende de la oración-colecta de la liturgia que sitúa esta
Fiesta, tan significativa para la vida de la Iglesia contemporánea, en el
contexto de la celebración del Misterio de la Natividad del Señor. Porque,
efectivamente, es imposible abstraer el acontecimiento de la Encarnación y,
sobre todo, del Nacimiento del Hijo de Dios de lo que significa la singularidad
absolutamente única de esta familia: de la Madre María, Virgen Inmaculada y
Purísima que concibe al Hijo de Dios por obra y gracia del Espíritu Santo cuando
se haya desposada con José, y que da a luz a Jesús cuando ya ambos se hallaban
unidos para siempre en un matrimonio totalmente virginal. En esa familia, sin
par, considerada antes y después del parto del Hijo, nace y crece el Niño Jesús
"en sabiduría, estatura y gracia ante Dios y los hombres" (Lc.
2,52). A la vista del carácter innegablemente excepcional
-digámoslo con toda verdad, sublime- de los rasgos que configuran lo más íntimo
de la vida y misión de la Familia de Nazareth, es comprensible que se formule la
pregunta de como se puede querer convertirla en modelo asequible a la familia
normal: a la familia nacida de la carne y de la sangre, formada por pecadores,
por hombres y mujeres sometidos a incontables debilidades y flaquezas, a los que
cuesta tanto vivir la pasión como amor, el amor como fidelidad y la fidelidad
como generosa donación mutua para la procreación de nueva vida. De hecho muchos
se lo han preguntado y lo siguen preguntando. La respuesta no puede ser más sencilla: la Familia de
Nazareth se constituye y forma en incondicional obediencia a la voluntad amorosa
de Dios, dándonos a su propio Hijo al servicio de la realización en el tiempo de
su último y definitivo designio salvador. El Hijo de Dios, autor de la vida, el
vencedor del pecado y de la muerte, nos es dado a través de María, como Hijo
suyo, uniéndose en cierta manera a todo hombre, por obra y gracia del Espíritu
Santo en un acto de amor inefable que supera toda capacidad de comprensión
humana. La fecundidad espiritual del matrimonio de María y José no podía ser ni
mayor ni más sublime. Su amor no admitía otro modo de ser vivido y expresado que
él de la unión virginal. La Familia de Nazareth abría así por esta vía
sobrenatural el camino para la posibilidad de la experiencia plena del
matrimonio y de la familia humana como santuario del amor y de la vida,
venciendo todos los contratiempos y ataques de los que ha sido, es y será objeto
en el futuro por parte de todos los que desconocen y/o menosprecian el Evangelio
de la Salvación y de la Vida. El matrimonio y la familia necesitan más que nunca
de la Sagrada Familia para reconocer eficazmente su propio origen, su sentido
más íntimo y los elementos interiores y exteriores que los configuran según el
plan de Dios, el Creador y Redentor del hombre. Por que no hay que olvidarlo:
¡el matrimonio, unido indisolublemente por el amor, el verdadero, el de la
donación mutua de los esposos que florece y fructifica en la vida de los hijos,
ha sido instituido por Dios y conformado por su Ley, la Ley nueva, Ley de la
gracia, que posibilita su cumplimiento íntegro y
gratificador! CUANDO SE IGNORA LA VERDAD DEL MATRIMONIO Y DE LA
FAMILIA INSTITUIDOS POR DIOS LAS CONSECUENCIAS SON
DRAMATICAS Ignorar esta verdad espiritual y moral, verdad
constitutiva del matrimonio y de la familia, ha sido una tentación constante de
la historia, agravada en nuestro tiempo hasta límites de una radicalidad
insospechada. No sólo se afirma la competencia política, jurídica y cultural del
hombre para modelar matrimonio y familia como materia sujeta a su libre
disposición según criterios de un pragmatismo social, más o menos razonable,
aunque tocado de egoísmo --lo que ha venido siendo habitual en las sociedades y
comunidades políticas vertebradas por el laicismo agnóstico de los últimos dos
siglos --sino que además no se vacila ante su completa manipulación. Al pretender equiparar a la familia, nacida y entrañada en
el matrimonio indisoluble del varón y la mujer, a uniones de todo tipo, incluso,
a las incapaces por naturaleza para tener hijos, se termina por la destrucción
institucional sistemática de la célula primera de la sociedad. Las dramáticas
consecuencias del rechazo del modelo de Dios no se han hecho esperar. Están a la
vista de cualquier observador y conocedor objetivo de lo que está pasando en el
momento actual de Europa: sociedades avejentadas, amenazadas por una más que
probable quiebra de los sistemas de su seguridad social, crecientemente
insensibles a las exigencias de la solidaridad mutua, nacional e internacional,
hoscas y sin pulso creador, en las que se multiplica el dolor y sufrimiento de
los niños y de los jóvenes por las rupturas de sus padres y la pérdida del
insustituible ambiente familiar que se crea y se recrea al calor del hogar
paterno. LA RESPUESTA DE LA FE Y DE LA ESPERANZA
CRISTIANAS El cuadro esbozado podría parecer sombrío, pero no falso
o irrealista, capaz, por lo tanto, de estimular la respuesta de la fe y de la
esperanza cristianas en la línea doctrinal y pastoral del Magisterio de los
Papas de la primera mitad del siglo XX, recogida y renovada por el Concilio
Vaticano II y presentada y actualizada con valiente y heroica clarividencia por
Pablo VI y Juan Pablo II. Del Papa, que el Señor ha regalado a su Iglesia hace
25 años, procede esa fórmula humana y espiritualmente tan genial del Evangelio
de la Vida que integra todos los aspectos de la visión cristiana del matrimonio
y de la familia a la luz del Misterio de la Sagrada Familia. El que celebramos
con nuevo gozo en este último Domingo del año 2003 junto a Jesús, María y José.
El modelo al que los matrimonios cristianos han de dirigir una y otra vez su
mirada si quieren acertar y avanzar en el cuidado de las virtudes domésticas y
de su unión en el amor: en el suyo, el esponsal, y en el de sus hijos. Modelo
para imitar pero, sobre todo, modelo que habrá de guiarlos y animarlos en el
seguimiento y acogida amorosa de la gracia y la voluntad misericordiosa de Dios,
revelada en Jesucristo. La oración frecuente en el seno de la familia, unida en
el rezo del Santo Rosario a la Familia de Nazareth, les preservará de traiciones
y desmayos y les impulsará al testimonio cotidiano en el que consiste la
aportación específica de los matrimonios y de las familias cristianas a la Nueva
Evangelización. Su contribución propia e imprencindible. La Iglesia no se
encontraría en condiciones ni de experimentar hacia dentro de sí misma toda la
riqueza del amor esponsal de Cristo, ni, por consiguiente, de llegar con la
siembra del Evangelio a esos surcos donde se planta y crece la vida y el amor
humano, sin el apostolado específico de los esposos
cristianos. EL TESTIMONIO DEL AMOR FECUNDO DE LA FAMILIA
CRISTIANA En una cultura como la nuestra donde se
ensalzan y difunden con un despliegue publicitario sin precedentes modelos de
conducta personal y colectiva, marcados por la ruptura de la relación "amor y
vida" y por la subyacente banalización hedonista de la experiencia del amor,
entre el varón y la mujer, cuando no de su inversión antinatural, reduciéndola a
mero contacto sexual, sólo se abrirá paso la Buena Noticia del "amor que nos ha
tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios" por el testimonio de vida de las
familias cristianas y del tesoro del amor que encierran: divino
-humano. El primer ámbito de verificación
del mandamiento de ese amor del que nos habla la primera carta del Apóstol San
Juan y por el que seremos reconocidos como discípulos suyos, es el de la
familia, comunidad íntima de vida entre padres e hijos. Si falta el amor propio
de los hijos de Dios en la constitución del matrimonio y en la formación de la
familia, si falla en su realización práctica..., pronto se irá notando como se
debilitan los lazos de la solidaridad humana y ciudadana y como se degrada y
fractura la sociedad misma. Las familias cristianas se encuentran en la realización
de su vocación enfrentadas a situaciones y retos sociales y culturales de enorme
dificultad, desconocidos hasta ahora. ¡Cuántas familias numerosas, por ejemplo,
han experimentado la desaprobación y el rechazo público por parte de ciudadanos
que en definitiva van a depender en sus años de enfermedad y vejez de la
contribución generosa de los hijos de esas familias en el sostenimiento de la
seguridad social! En esta coyuntura histórica de tanta contradicción y
perplejidad para la familia cristiana, ayuda especialmente el modelo de la
Sagrada Familia y su experiencia singular de obediencia a la voluntad de Dios.
¡Cuánto sufrieron María y José al caer en la cuenta de que habían perdido a su
Hijo en el camino de regreso de Jerusalén a casa y cuanto se alegraron al
encontrarlo en el Templo sentado en medio de los maestros de la Ley! Las
explicaciones del que ya era todo un muchacho, -¡explicaciones para asombro por
las referencia divinas que contenían!- no las comprendieron de momento. Su
madre, sin embargo, "conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón".
El curso ulterior de los acontecimientos, que marcarían la vida de su Hijo hasta
llegar a la Pascua de crucifixión y Resurrección, la irían desvelando cuanta
razón tenía aquel misterioso Jesús de los doce años, que ella tanto
amaba. ----------- ¡Fiémonos de los planes de Dios como Ana, la madre de
Samuel, como María y José! Son los planes del Padre compasivo y misericordioso
que nos ha salvado por su Hijo en el Espíritu Santo. Basta saber cual es su
mandamiento y cumplirlo: "que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que
nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó". Entonces "cuanto pidamos, lo
recibimos de él". Sí, entonces, cuanto pidan las familias cristianas se
cumplirá. AMEN _____________________________________ NOTIVIDA,
Año
IV, nº 195, 4 de enero de 2004 Editores:
Pbro. Dr. Juan C. Sanahuja y Lic. Mónica del Río Página
web http://www.notivida.org Email
notivida@notivida.com.ar Para
suscribirse al boletín ingrese aquí ______________________________________ Citando la fuente y el autor, se autoriza la reproducción total o parcial de los artículos contenidos en cada número del boletín. |