Pseudomatrimonio:
Procreación y Familia
Por Alfonso García
Nuño
Siempre digo pseudomatrimonio homosexual
y nunca matrimonio homosexual. Es que, para los amantes de la libertad, la
objeción de conciencia no es que sea algo simplemente irrenunciable, sino que es
algo primordial, también en el lenguaje.
Mis lectores están acostumbrados a que
siempre digo pseudomatrimonio homosexual y nunca matrimonio homosexual. Es que,
para los amantes de la libertad, la objeción de conciencia no es que sea algo
simplemente irrenunciable, sino que es algo primordial, también en el lenguaje.
Sí, el lenguaje es algo muy importante en la vida del hombre, pues es el lugar
privilegiado para la expresión y comunicación de la verdad y, por ello, lo es
también para la falsedad y la masificación. El hombre-masa es alguien
despersonalizado, por tanto, alguien que ha delegado el ejercicio de su
conciencia y cree lo que le dicen que se debe creer y habla como le dicen que se
debe hablar.
Pero un hombre auténtico es alguien de
vigorosa personalidad y ésta sólo es posible sobre una existencia vivida en
conciencia. Pero una vida así supone el esfuerzo de estar en la tensión de la
permanente búsqueda de la verdad. Por eso cree en aquello que ha encontrado como
sostén de su existencia y habla como expresión de la verdad
hallada.
Por tanto, yo no puedo llamar matrimonio
a lo que no lo es, por mucho que la presión social trate de imponérmelo. Ya sé
que por esto algún adalid de la tolerancia me tendrá muy probablemente inscrito
en alguna lista "oficial" de homófobos y fachas o, al menos, en la de homófobos
potenciales. Pero no me importa, aunque me duela, porque yo tengo que dormir
todas las noches con una señora que se llama conciencia y prefiero estar a bien
con ella. Así pues, seguiré ejerciendo mi derecho a la objeción de conciencia
anteponiendo el "pseudo", pues lo que quiero decir es que son matrimonios
falsos. Desgraciadamente me sigue llamando la atención que muchos que opinan
también así se dejen llevar por la trampa del lenguaje y usen indiscernidamente
la terminología progresistamente correcta.
¿Por qué es una falsedad? Porque el
matrimonio es una unión de vida y amor entre dos personas abierta a la
procreación. Las uniones homosexuales son de suyo estériles, por eso no puede
haber matrimonio entre ellos, lo que habrá será otra cosa. Esto es difícil de
comprender en nuestra cultura porque, por un lado, se ha escindido la sexualidad
de la procreación y viceversa y, por ello, el matrimonio ha quedado reducido, en
la mentalidad imperante, a una relación entre dos personas en donde la
posibilidad de formar familia es algo accesorio y perfectamente prescindible.
Por otro lado, está el eje nihilismo-nominalismo-voluntarismo, todo ello
asentado en un muy cultivado relativismo gnoseológico. Pero las palabras no son
sin más un flatus vocis, sino que son el esfuerzo y el medio que el hombre tiene
para comunicar a los otros la verdad. Por eso, como enseña Pero Grullo, ante
realidades distintas usamos nombres distintos. Mas si hemos perdido la fe en que
el hombre pueda conocer la verdad de lo que las cosas son y de lo que él debe
hacer, entonces las palabras serán nuestro menor problema, porque lo único que
valdrá será la voluntad y, en estos casos, siempre se impone la del más
fuerte.
Pero, además de ser un problema sobre la
verdad, es también un problema sobre la bondad, pues la una va siempre unida a
la otra. La falsedad es siempre un mal y causa mal. En este caso, es un mal para
el matrimonio y la familia, pues se devalúan, es un mal para el derecho de los
niños a tener padre y madre, es un mal para los educadores, que tendrán que
hacer juegos malabares para explicar la circularidad del cuadrado. Pero es
también –me extraña lo poco que se incide en este punto-, un mal para los
propios homosexuales, pues, como mínimo, les vamos a tener engañados y
manipulados. Los homosexuales importan tan poco a nuestra sociedad, pese a lo
que se diga, que lo más básico está por hacer y es preguntarnos qué es un
homosexual. Aunque la cuestión es peor, pues muchos informes y estudios se
ocultan a la opinión pública. Precisamente porque son personas, me importan los
homosexuales, por ellos me importa la verdad y por ellos repudio el engaño. Pero
junto a verdad y bondad está la belleza: me temo que estemos construyendo un
mundo horrible.
Fuente Libertad Digital