«Bioderecho.
Entre la vida y la muerte»
Entrevista realizada por
la Agencia
Zenit a Andrés Ollero
Andrés
Ollero, Catedrático de Filosofía del derecho de la Universidad Rey Juan
Carlos (Madrid) y miembro d la Junta Electoral
Central española, después de hacer sido durante dieciocho años
miembro del Congreso de los Diputados, acaba de publicar el libro «Bioderecho.
Entre la vida y la muerte»(Thomson-Aranzadi 2006, 272
págs.).
--Aunque su
libro se titula «Bioderecho», el capítulo inicial se titula «Bioética,
bioderecho, biopolítica»...
--Andrés
Ollero: En efecto. Al igual que moral y derecho, obligadamente relacionados, no
se identifican tampoco bioderecho es lo mismo que bioética. A veces pienso que a
Dios gracias, porque no falta en la bioética quien parezca dispuesto a
convertirse en chica para todo, al servicio de los intereses de la biopolítica. Los
juristas están muy marcados por un arraigado sentido de la responsabilidad y son
más sensibles respecto a la repercusión social de presuntas soluciones de arte y
ensayo.
--¿Qué
problemas aborda el bioderecho?
--Andrés
Ollero: Todos los relacionados con la vida humana, muy en primer lugar. Por
ejemplo, el estatuto jurídico del embrión. No falta quien asuma desde la
bioética que hay considerar como persona el fruto de la concepción; sin embargo,
se ha escrito poco para mantener esa misma postura desde un punto de vista
jurídico, que al final es el que acaba siendo decisivo. Hago mi propuesta al
respecto, convencido de que será mejorable y con la esperanza de que no falte
quien se anime a mejorarla...
--La
eutanasia parece que es ahora lo que está en primera línea.
--Andrés
Ollero: Existen auténticos grupos de presión dedicados al asunto. Buscan con
lupa algún caso digno de compasión y lo exhiben de un modo poco respetuoso con
la propia dignidad del afectado. Una vez más, bioética y bioderecho siguen su
propio camino; desde el punto de vista ético ese tipo de montajes (película
incluida) puede ser rentable, pero jurídicamente el problema tiene más que ver
con el sucedido en un hospital madrileño, hoy «sub iudice», donde el número de
muertos por sedaciones que algunos peritos consideran contraindicados ha
producido alarma social. El derecho se ocupa de estos problemas de mayor impacto
y no se permite subordinarlos a la compasiva solución de un caso
particular.
--La mujer
fue durante años la protagonista central de estos problemas, pero ahora apenas
se habla de ella.
--Andrés
Ollero: Es particularmente claro en lo relativo a la fecundación «in Vitro».
Nadie invoca ya el presunto derecho a tener un hijo; ahora todo gira en torno a
las promesas de curación de toda enfermedad preocupante. Lo llamativo es que la
vida no nacida encontró todavía ciertos niveles de protección al contraponerse a
los derechos de la mujer, al menos en el caso español entre otros. Sin embargo,
algunos científicos y quienes les pagan sus fallidas investigaciones con células
embrionarias no parecen admitir bromas; quien pretenda plantear la mínima
frontera a su actividad será condenado a la hoguera en la plaza de la opinión
pública. Mientras tanto, se sigue esperando pacientemente que aporten algún
resultado comparable a los numerosos ya obtenidos con células adultas; pero ahí,
por lo visto, no han invertido.
--¿Cuál es
el mayor reto
actual del bioderecho?
--Andrés
Ollero: Evitar que ese mínimo ético que el derecho debe siempre garantizar,
incluyendo la protección de todos los derechos humanos, se vea convertido en una
ética mínima. Se propone, por ejemplo, que hay que uniformar la legislación de
los países afines para evitar «paraísos bioéticos», pero la solución propuesta
es igualar por abajo. Se rechaza éticamente, por ejemplo en Alemania, lo que se
admite en otros países, pero es más difícil conformarse con una situación de
inferioridad en los posibles resultados industriales de la biopolítica.